viernes, 16 de octubre de 2009

Wiebe Bijker: "La tecnología tiene que encajar en la sociedad"

De paso por Buenos Aires, uno de los fundadores de la nueva sociología de la tecnología, el holandés Wiebe Bijker, habló con Ñ sobre esta disciplina que impulsa la participación ciudadana en el debate sobre el desarrollo tecnológico. "No se pueden reducir las decisiones a científicos y políticos", sostiene. A lgunos colegas dicen que sigo siendo un ingeniero por mi forma de abordar los problemas y que simplemente cambié mi objeto", sostiene Wie­be Bijker (58), considerado uno de los fundadores de la nueva Socio­logía de la Tecnología, con respec­to a la herencia de su formación previa. El investigador holandés, director del Departamento de Ciencias Sociales y Tecnología en la Facultad de Artes y Cultura de la Universidad de Maastricht y teó­rico de una disciplina enfocada en cómo la sociedad y la tecnología se moldean mutuamente, estuvo por primera vez en Buenos Aires para la Primera Jornada Internacional de Estudios sobre Tecnología y So­ciedad, organizada por el Instituto de Estudios sobre la Ciencia de la Universidad de Quilmes. Bijker, que toca el clarinete en una orquesta de vientos y que como buen holandés suele salir a navegar –tiene una pequeña em­barcación de 1936–, ha desme­nuzado desde la perspectiva del constructivismo social el desarro­llo de tecnologías que van desde la bicicleta y el plástico conocido co­mo baquelita hasta aspectos más amplios, como sistemas de irriga­ción en India y el rol de grupos de mujeres en el sistema público de viviendas en Holanda. En los últimos años, Bijker amplió el espectro de sus intere­ses y se involucró en comités de asesoramiento al gobierno en tó­picos como biotecnología y nano­tecnología. Este mes, el investiga­dor publicó La paradoja de la au­toridad científica (MIT Press, en inglés), donde analiza la pérdida de influencia de los científicos y la vigencia de ciertas instituciones académicas, a la vez que propone nuevas alternativas para democra­tizar las decisiones sobre ciencia y tecnología.

-Usted ha criticado que los in­vestigadores en ciencias socia­les no intenten que sus trabajos se traduzcan en políticas. A la vez, ha dicho que se sentía segu­ro trabajando en la universidad y que cuando salió de allí las cosas se volvieron muy diferentes, que debió "ensuciarse las manos" y que por eso ha recibido críticas de colegas. ¿Sigue pensando que vale la pena hacerlo?

-Creo que hay que intentar in­volucrarse más allá del paper . Es claro que muchos científicos se volverían extremadamente infe­lices si tuvieran que interactuar con políticos o participar de comi­tés o asesorías. Y está bien, que se queden entonces en la biblioteca, detrás del escritorio y de la compu­tadora. Pero creo que los grupos de investigación deberían intentar abarcar todo el espectro de activi­dades. Eso incluye tratar de re­solver problemas de la sociedad y relacionarse de alguna forma con la política. En mi caso particular, tuve que tomar conciencia de que habrá colegas que se mostrarán críticos frente a lo que hago fuera de la universidad. Si me involucro con el gobierno holandés, si parti­cipo de un comité de nanotecno­logía, tengo que ensuciarme las manos, pero no estamos hablan­do de mentir, sino en el sentido de que tengo que saltear las notas al pie de mis textos y formular las cosas en términos que los políticos y quienes no son especialistas en nanotecnología puedan compren­der. Cuando vuelvo a la universi­dad y hago alguna presentación, aparecen quienes me dicen "¡Có­mo justamente vos podés haber sido capaz de decir eso!". Es como si estuviera bajo un monitoreo de mis colegas, pero es un precio que vale la pena pagar. – –

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