miércoles, 22 de mayo de 2013

El 1º ENCUENTRO en el Museo de Cultura Tecnológica fue En noviembre/12 con AQUILES GAY

Incansable luchador por la transmisión de la cultura tecnológica, en su propio museo nos encontramos y disfrutamos de sus vivencias, sabiduría, palabras, sueños que aún rondan en su corazón... LA VOZ DEL INTERIOR DIJO DE EL El día que vio funcionar el pequeño motor a vapor del Meccano que le regalaron sus padres cuando cumplió 7 años, sintió que un fuego maravilloso se le encendió en el cuerpo. “Quizá aquel impacto me despertó la pasión por la tecnología”, comenta Aquiles Gay luego de mecerse en la hamaca rústica que pende del techo del living de su casa. La pieza que lo hechizó del clásico juguete de construcción –de 1920 y hoy sugerido por los hackers para fabricar prototipos caseros– es uno de los cinco mil “cachivaches que modificaron la vida doméstica de la gente en el mundo” y que juntó a lo largo de su vida. Integran la colección del Centro de Cultura Tecnológica “Ingenium”, único en su tipo en la Argentina. Se trata de un museo particular que funciona de manera intermitente en una casona de Las Heras 480, frente al parque homónimo de la ciudad de Córdoba. A los 16 años, con un par de amigos con vocación científica, fundó en Río Cuarto (donde nació en enero de 1926) el primer club de ciencias del país. Lo llamaron Centro de Iniciación Científica y lo presidió Aquiles. En 2006, durante la 30ª Feria Nacional de Ciencia y Tecnología Juvenil que se desarrolló en Salta, se creó el primer club argentino de tecnología, al que bautizaron con su nombre. Entre esos hitos, Aquiles Gay se recibió de maestro normal nacional en Río Cuarto y luego de ingeniero mecánico electricista en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), de la que es doctor en ingeniería. Ni bien se graduó, viajó a Italia para conocer el pueblo de sus ancestros y luego a Francia, con la in tensión de vivir la bohemia parisina y estudiar en la Facultad de Ciencia de la capital gala. “Ese año fui a Estocolmo con un amigo a rebuscarme como lavacopas y aprovechar el impresionante movimiento turístico que había en Suecia”, relata. Europa vivía entonces la etapa de reconstrucción de la Segunda Guerra y el reino escandinavo (uno de los pocos países del viejo continente que no había participado en el conflicto) deslumbraba al mundo con sus innovaciones tecnológicas y el diseño industrial. “Fui a pasear un mes y me quedé siete años”, comenta Gay con su habitual desparpajo. Allá trabajó en la multinacional Ericsson, primero como operario y luego como ingeniero

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